Si tienes niños pequeños es muy probable que te hayas preguntado qué es mejor, vacunar o no vacunar. El problema es que hasta hace muy poco tiempo no existía duda de que las vacunas eran completamente benéficas y positivas para la salud y actualmente son cada vez más las campañas, personas e instituciones que aseguran que aún no sabemos nada de las vacunas.
En México si nos ponemos a pensar objetivamente, te darás cuenta que la vacuna hasta cierto punto es un acto de fe, porque creemos lo que los doctores nos dicen. No sabemos cómo las hicieron o como las probaron, por eso la pregunta debería ser.
¿Por qué creerle a estos doctores que nos dicen que simplemente debemos hacerlo? O ¿Por qué países como Estados Unidos no vacunan a los niños chiquitos?
A partir del año 1998 se originó el movimiento “antivacunas” en todo el mundo y tomó fuerza cuando se publicó en la revista “The Lancet” un estudio del doctor británico Andrew Wakefield, en el que se vincula a la vacuna triple vírica que se utiliza contra el sarampión, la parotiditis y la rubeola con el autismo.
El Doctor Frank Stuart Moyer, jefe del departamento de Pediatría de la Universidad de Melbourne reveló que el vacunar a nuestros hijos aumenta hasta en un 42% las posibilidades de que desarrollen enfermedades como: autismo, alergias y diferentes tipos de infecciones.
En el libro “Como criar un hijo sano a pesar de su médico”, el pediatra Robert Mendelsohn sugiere a los padres de familia que pregunten a su médico en qué estudio se basa para afirmar que las vacunas no implican ningún riesgo.
En países como el nuestro aún sigue siendo obligatorios someternos este tipo de vacunas, por eso es importante informarnos antes de tomar cualquier decisión respecto de la salud de nuestros hijos.
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